LA INVERSIÓN DE IMPACTO SOCIAL: APROVECHAR EL POTENCIAL DEL MERCADO
La inversión de impacto o de impacto social es aquella que se realiza con objetivos de impulsar soluciones que mejoran la sociedad y la sostenibilidad de los recursos del planeta. Desde hace unos años el término resuena con más frecuencia debido a la creciente consideración de que el propósito social en la empresa es un activo rentable.
El emprendimiento social, o creación de proyectos empresariales con fines sociales, y la inversión en estas empresas, pretenden eliminar la barrera entre la filantropía tradicional o ayuda a fondo perdido y el modelo de negocio exclusivamente for profit.
En el plano de las estrategias contra la pobreza en el mundo, estos modelos de mercado dicen ser más coherentes con las expectativas de los beneficiarios de los programas de ayuda que desde hace décadas demandan oportunidades de empleo y económicas; trade not aid.
Nadie duda de que la ayuda al desarrollo no sea necesaria. En muchos contextos, como el humanitario, es la única manera de actuar para proteger a los más vulnerables. Las voces críticas con el sistema internacional de la ayuda como la de la brillante economista Dambisa Moyo, abogan por un cambio en el sistema de incentivos para evitar la corrupción de los Gobiernos y la dependencia de la sociedad de los países menos adelantados.
LA INVERSIÓN DE IMPACTO SOCIAL: LA REVOLUCIÓN DE LAS MICROFINANZAS
El auge de la inversión de impacto tiene en la revolución del acceso al crédito por los más pobres, su principal detonante. Y es que lo que vinieron a demostrar el Grameen Bank en Bangladesh o Finca en América Latina y África, es que los pobres, además de ser bancarizables, preferían este modelo de desarrollo. Las microfinanzas como innovación basada en el mercado son la madre del emprendimiento social y de la inversión en compañías que mejoran el mundo.
Jacqueline Novogratz dejó su trabajo en Wall Street en los años 80 para abrir la primera institución microfinanciera en Ruanda. Desde entonces, ha trabajado desarrollando programas de impulso para las emprendedoras en los países más pobres. En 2001 funda Acumen, una organización sin ánimo de lucro que invierte en empresas que resuelven los grandes problemas de las personas más pobres del mundo. Además, identifican líderes que están causando gran impacto en sus países y los incorporan a su red para impulsar sus iniciativas.
Jacqueline Novogratz es la creadora del concepto de «capital paciente». Según ella, hay una tercera vía a la de los mercados y a la de la ayuda tradicional. El capital paciente es un modelo de inversión acorde con contextos de elevado riesgo, lagoplacista, que pone a los clientes de las empresas invertidas por delante de sus accionistas y que invierte en ideas innovadoras, muchas veces «alocadas» y ambiciosas para resolver grandes retos sociales.
A día de hoy, Acumen ha invertido en más de 110 compañías e impactado positivamente en la vida de más de 200 millones de personas en más de 13 países. Invierten en áreas de gran necesidad en sectores de gran oportunidad. Han desarrollado una herramienta para la obtención de datos para medición de impacto y decisión estratégica en las empresas sociales llamada Lean Data.
LA INVERSIÓN DE IMPACTO SOCIAL: LA GIIN
La Global Impact Investor Network (GIIN) es una organización sin ánimo de lucro dedicada a potenciar el tamaño y efectividad del sector de las inversiones con impacto social. Dichas inversiones pretenden un beneficio social y medioambiental acompañado por el beneficio económico. Podéis consultar aquí el muy recomendable video de la GIIN llamado The Future of Financial Markets.
Aunque la inversión de impacto existe desde los años 60 con las primeras iniciativas en el ámbito de las microfinanzas, no fue hasta 2007 cuando se empezó a acuñar el concepto de manera formal. Diez años después, el Informe sobre el Sector de 2017, la GIIN celebraba el rápido crecimiento de actores que conforman la inversión de impacto en el mundo.
205 participantes en el estudio invirtieron 22.100 millones de dólares en unas 8.000 inversiones de impacto en 2016 y estimaban que el volumen incrementaría un 17% en 2017. Los encuestados afirmaron gestionar unos 114.000 millones de dólares en activos de inversión de impacto.
Dicho informe reflejaba la gran variedad de perfiles de inversión. Aunque mucha atención se pone en la capacidad de dichas inversiones por generar retornos a niveles del mercado, en torno a un tercio de los más de 200 actores entrevistados aseguraron invertir en compañías a sabiendas de retornos por debajo de los ratios promedio. Las inversiones por debajo de las rentabilidades eran de interés por los niveles de riesgo que soportaban, por empezar a introducirse en sectores poco maduros, o por preparar a las compañías para fases posteriores de crecimiento.
La creciente entrada de actores en el mercado está creando distintas opiniones. Por un lado, el sector celebra la llegada de firmas importantes que den credibilidad al sector, lo profesionalicen más y, por supuesto, incorporen capital. Pero por otro lado hay un cierto escepticismo hacia la posible desvío de la misión social o que el impacto se diluya. Por ello, las firmas de inversión de impacto tendrán que demostrar que son coherentes con los principios de misión y medición de impacto.
La inmensa mayoría de los inversores de impacto miden el efecto de sus operaciones y admitieron que las inversiones mejoraron sus expectativas en cuanto a rendimiento financiero (91%) e impacto social y medioambiental positivo alcanzado (98%).
El marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de las Naciones Unidas promueven enormemente la iniciativa privada. Son las empresas las llamadas a cerrar el funding gap y muchas de ellas empiezan a ver los problemas sociales y medioambientales como enormes oportunidades empresariales. Sectores como las energías limpias, el transporte eléctrico, las finanzas inclusivas o la tecnología aplicada a la salud y a la educación están creciendo de manera rapidísima y son motor de bienestar.