Lo que están haciendo inversionistas de impacto es un gran ejemplo. Hay que convencer al sector financiero convencional de que se involucre a fondo, como ocurre en otros países, que han incorporado a la inversión de impacto más allá de lo prospectivo y las relaciones públicas: como sección prioritaria en las estrategias, las estructuras institucionales y los mismos modelos de negocio. Tenemos que acercarnos más a ONGs y gobiernos, nacionales y subnacionales, para que conozcan mejor el concepto y las sinergias que podemos echar a andar.
Ante la mayor recesión mundial en casi 100 años, que en América Latina será particularmente dura, es natural que las condiciones macroeconómicas y la disponibilidad de capital sean los dos mayores retos de corto plazo para los inversionistas encuestados. Eso puede significar presupuestos reducidos y más discriminación en función de riesgos financieros.
Además, se espera una redirección a proyectos relacionados directamente con la pandemia y el sector salud, en detrimento de causas socioambientales. Pero lo más interesante son los dos puntos de vista sobre cómo encarar la situación.
La mayoría se inclina a la cautela y algunos piensan abstenerse de futuras inversiones y reestructurar en prevención de tasas más elevadas de incumplimiento. Sin embargo, otros han encontrado nuevas oportunidades y creen que veremos a más actores migrando a este sector desde las inversiones tradicionales. Ven estos tiempos difíciles como aceleradores de la conciencia, la innovación social y la inversión de impacto como prioridades globales. Mi posición se ubica de este lado.
La fórmula del impacto ya se ganó un lugar en las carteras de inversión y, como muchos observadores de los mercados, pienso que eso es parte de una tendencia más amplia en la cual se inscriben llamados como el Great Reset del Foro Económico Mundial o el de la Canciller Angela Merkel de que la recuperación económica europea necesariamente debe ligarse al compromiso con el green new deal.
Con la disrupción del COVID-19 se presenta una coyuntura decisiva. Así como la pandemia fortalece la revolución digital, puede hacer lo propio por una revolución en la inversión y para poner al día al capitalismo con los grandes desafíos de la humanidad.
En América Latina deberíamos ponernos las pilas. Dejar al margen las estériles discusiones ideológicas y políticas sobre nuestros problemas y oportunidades, para concentrarnos en soluciones e inversiones viables y a la mano. El reporte Tendencias 2018-2019 de ANDE puede ser muy útil en esta tarea, con más pragmatismo, que tanta falta hace en América Latina y en particular, hoy, en México. Avanzar está bien, pero no es suficiente.